Vacacionando en el extranjero - Crónicas de la disCapacidad
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Vacacionando en el extranjero - Crónicas de la disCapacidad


Para aquellos que han tenido la dicha de viajar a otros países, han podido experimentar que muchos de estos tienen la belleza de tener entornos totalmente accesibles. Cumplen con el Diseño Universal que toda sociedad inclusiva anhela.

Accesibilidad que claramente le hace falta a nuestro pequeño país. ¿O acaso ustedes no consideran movilizarse en silla de ruedas por las aceras de San José, como practicar un deporte extremo?

Ahora bien, la falta de conciencia social con respecto al trato que merecen las personas con discapacidad, trasciende las fronteras. Y esto fue lo que me pasó cuando intenté celebrar mi cumpleaños en México.

Estaba en Ciudad de México cuando una pareja de señores se me acercaron, se arrodillaron a mi lado y la señora dijo: “¡Ay holaaa! ¡Que niña más linda.” ¡Mientras me ACARICIABA LA CABEZA COMO SI FUERA UNA MASCOTA! “¿Qué edad tenés, cosita?” Creí que al responderle que tenía 23 años, le aclararía que no estaba hablando con una niña de 10 y lo tortura terminaría. Pero no funcionó, y continuó hablándome con pucheros.

Claramente me quedé muda, y como lastimosamente mis padres me enseñaron a ser tan educada, solo pude responder con una sonrisa hipócrita, derrapar en mi silla y huir. Me encuentro un poco arrepentida de no haber expresado lo que verdaderamente pasó por mi cabeza, pero hay que saber escoger las batallas y recordar que no todo mundo cuenta con un mínimo de dos dedos de frente para entender el porqué eso estuvo mal.

Lastimosamente, mi día no acabó ahí. Pues horas después, me encontraba rodeada de unas 25 personas, cuando un señor decidió que era un buen momento para soltar la pregunta del millón. “¿Y a usted, qué le pasó?” Convirtiéndome en el foco de atención de todos los presentes.

Nunca me había sentido taaan incomoda, tipo, ¿por qué un montón de extraños quieren saber qué me pasó? ¿Por qué ese morbo? Get a life a bros!

Al encontrarme lista para hacer lo que sería ya, mi segunda huida del día; me levanté de la silla y cuando me dirigía a buscar a mis amigos, fui detenida por la masa de gente exclamando: “¡AY, PERO SI PODÉS CAMINAR!”. *insértese face palm*

¡¡¡Sí maes, fue un repentino milagro de Dios que me está permitiendo VOLAR!!!

Ahora bien, no todo es tan trágicamente decepcionante como esta experiencia. Hay cosas positivas que se le pueden sacar a ese morbo que le tienen a la discapacidad. Y es que además de estar llenos de curiosidad del porqué no funcionamos de “manera normal”; parece que sienten una compasión y necesidad de hacernos sentir mejor por tener una discapacidad, como si fuese culpa de ellos. Y de esto gente, hay que aprovecharse. Tomen nota de lo siguiente:

Habiendo dejado de lado la inolvidable experiencia en México, me encontraba con mis amigas haciendo reservaciones para un futuro viaje. Resultó que el Airbnb que queríamos, solo podíamos alquilarlo si alguna del grupo era mayor de 25 años; requisito que no cumplíamos. Pero en vez de rendirnos y seguir buscando, decidí resolverlo de la manera que más me gusta solucionar mis problemas.

¿Y cómo es que consigo obtener siempre un sí? Fácil, uso la tarjeta 7600.

Le respondí al Airbnb que entendíamos el compromiso de responsabilidad que había que tener con el apartamento y estábamos dispuestas a cumplirlo. Además, le adicioné que personalmente me encontraba muy interesada en el apartamento, pues utilizo silla de ruedas y muletas para movilizarme, y no había encontrado otro lugar lo suficientemente espacioso que me sirviese. ¡Y TARÁN! Adivinen a quién le aprobaron la reserva de manera inmediata.

Es mágico lo sé. Es como tener poderes de control mental y lograr que la gente haga lo que uno quiera.

Para cerrar, volviendo al tema de la gente entrometida suelta que adora hacer la gran pregunta, les compartiré la grandiosa idea que mis mejores amigas. Ya no daré explicaciones médicas que a nadie asombra. De ahora en adelante, cuándo me vean con ojitos de perrito atropellados y pregunten, qué me pasó, les explicaré que lamentablemente necesito de una silla de ruedas después de haber sido víctima de mi ex, ¡quien me tiró frente a un tren! Milagrosamente, salí viva. A ver qué tal se sienten después de eso 😉

Y la mejor parte de esa historia, ¡es que podemos escoger al ex que mas odiemos! Yo por ejemplo, ya tengo el mío, ¡saludos!

Una birrilla pequeñita para la tolerancia...

Maripaz De la Torre

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