Crónicas de la discapacidad - RoboCop
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Crónicas de la discapacidad - RoboCop


Después de sucedido el “accidente” (llamemos así, a la negligencia médica que destruyó mi sueño de medir metro ochenta, además suena más dramático), mis padres se dedicaron a llevarle la contraria a todos los doctores que dijeron: “de la silla de ruedas nunca se va levantar”, y construir la persona que aquí les escribe. Haré hincapié en resaltar que han sido ambos padres, atendiendo las quejas de mi papá, quien dice nunca le incluyo en mis artículos. Pa, sos el hombre más importante para mí, piedra angular en mi vida; pero creo que todos concordamos que: con lo que respecta a las mamás, ¡no hay comparación!

Mis padres nunca enfocaron la discapacidad como algo negativo, ni como una limitante. La mayor parte de la población con algún tipo de discapacidad, sufre el problema que al enfocarla como una inmensa limitante, se fuerzan a aislarse del resto del mundo, obedeciendo el lema de “pobrecito, no se va adaptar”. Punto importante a destacar: es el entorno el que debe adaptarse a nosotros, no nosotros al entorno. Pero tranquilos (as), esto no será una historia trágica, el drama tiene su finalidad.

Volviendo a mis padres, escribiré sobre su método de crianza, específicamente el de mi madre: No recuerdo en qué momento le permití adoptar la burla, sí la BURLA, como un método para la aceptación propia. Cuando uno va creciendo, va tomando conciencia de la realidad que le rodea, en mi caso, empecé a notar que tan diferente era yo, al compararme con el resto de los mortales. En esa etapa de la adolescencia, donde los complejos van parejos para todo mundo, mi madre nunca me permitió darle muchas vueltas a estos pensamientos; no es que éstos eran eliminados de la conversación, sino que hacia mofa de ellos. Así como lo leen, mofa.

Una pequeña “cajita de monerías” es el apodo que me tienen en mi familia, pues siempre salgo con alguna dolencia diferente. En mi defensa, les respondo: no valoran que mis dolencias son su entretenimiento, ¿si no los hiciera correr al hospital en la madrugada, de qué hablaríamos en las siguientes reuniones familiares?

Es así como a esta cajita de monerías, no sólo tenían que fallarle las piernas, también me gané una miopía, (explicación que da mi madre a mi mal gusto en hombres). Mientras mis compañeras adolescentes se acomplejaban por ser gordas, aunque no lo fuesen, yo me encontraba en una óptica escuchando a mi madre reírse a carcajadas. Se preguntarán ¿Por qué? Acá la explicación a su pregunta y al título que decidí darle a este artículo. Al ponerme los anteojos, mi madre exclamó: ¡Sólo eso te faltaba! Busquemos a dónde enchufarte, ¡pareces RoboCop! Oh mi dulce progenitora. Para los millennials,

Robocop es una película de una persona mitad humano mitad robot (¡no digas!) apocalíptico de los 80.

Podría contarles miles de comentarios como el anterior, para que junto a mi madre, se llenen de mal karma por burlarse de esta hermosa “cajita de monerías”. Pero me limitaré a los que recuerdo ahora, por no decir favoritos, ya que sonaría algo masoquista.

Como la vez que le dije que quería hacer los trámites para que en la cédula saliera que soy donante de órganos y respondió: “¿qué vas a donar si nada te sirve?”.

Cuando le comenté que iba a ahorrar para hacerme una rinoplastia y así quedar di-vi-na (yo también tengo mis white girl problems), la respuesta fue: “¡con tantas cosas que arreglarte y te enfocas en tu nariz!”

No sé de verdad cómo mi autoestima no la ando arrastrando en una caja por el piso. Pero ahí no termina. Para mi sorpresa, ese método de mi madre; crecer burlándome de mi misma, me preparó para lidiar con los mortales de mente limitada, que como ya han leído, me han tocado a montones. En mi segundo año de universidad, me hice amiga de un muchacho (diría “mae”, pero mami no me deja porque sería falta de clase. Ella si puede hacerme bullying, pero yo no puedo expresarme como quiero), por haber sido la única persona que nunca tuvo tabú alguno en tocar el tema de mi discapacidad. Fue bastante original, porque cuando digo tocar el tema de mi discapacidad, no me refiero a preguntarme qué me pasó, sino que me puso apodos desde el primer día.

Empezó por llamarme Charles Xavier, (para los ignorantes, es el viejito en silla de ruedas de la película de X-men con poderes mentales), para luego cerrar con broche de oro vociferando cada vez que íbamos a clases “RUN FORREST RUN”. Ahí entendí la célebre frase del mismo Forrest Gump: “Mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes el que te va tocar”. En mi caso, siempre estoy a la espera del siguiente espécimen con el que voy a tener que lidiar.

Pero este mismo personaje, tiempo después, perdió toda la gracia que había obtenido con su astucia para las bromas, con una sola pregunta. Encontrándonos reunidos con un grupo de la universidad, me miró fijamente y con toda la seriedad del mundo, preguntó, “¿Y usted, cuántos dedos tiene en el pie? ¿10 como nosotros?”. ¿SERIAMENTE MAE? (Ups) Me encantaría saber qué habré hecho en mi vida pasada, ¡para tener que pagarlo escuchando tanta animalada! Ah, y para que no se queden con la duda, obvio sí tengo 5 y 5, tranqui. Lo peor de esto, es que continúo cosechando más amistades similares, ¡sepa judas porqué!

Creo que lo más divertido de todo esto, es que me he acostumbrado tanto a reírme de mi misma, que yo sola me saboteo en ocasiones. Me he encontrado en situaciones donde la gente no comprende el humor negro, porque claramente les parece lo más incorrecto de la vida (gracias a todos ellos por existir, hacen que no pierda la fe), y termino riéndome sola porque creen que tengo problemas, lo cual no es del todo mentira.

Si ustedes tienen amigos que sean dulces y no burlistas, ¿me los presentarían por fa?

Mentiras, no se acomplejen de sus "limitaciones", búrlense de ellas, así son más fácil de vencer.

Maripaz de la Torre

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