Crónicas de la discapacidad - Choque de muletas
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Crónicas de la discapacidad - Choque de muletas


Para esta anécdota, sólo puedo imaginar a mi abuelita diciendo su coloquial frase, “de todo hay en la viña del señor”. Más adelante entenderán el porqué. Ahora bien, ustedes saben que en la historia de la humanidad, desde que desarrollamos la convivencia social, nos hemos dividido en grupos. No importa el tema, las divisiones siempre están, ya sea por religión, género, ideología sexual, ideología política, etc. ¿Pero, y la discapacidad?

No sé cómo habrá sido la suerte de otras personas con discapacidad, pero a mí me ha tocado vivir rodeada de personas con perfecta salud física y mental (la salud emocional algunos me la quedaron debiendo). Aun cuando pasé gran parte de mi vida en hospitales, la oportunidad de interactuar y construir amistades con personas con discapacidad, nunca se me dio. Casi que me sentía única, así bien princesa.

Un día, me llega un mensaje de un hombre, sí, un señor, no una carajillo de veinte. Diciéndome que el también usa muletas, que se dio cuenta que yo usaba y pensó que podríamos entendernos. Como todo mundo a mi alrededor ha sido aburridamente saludable, el acontecimiento me emocionó. Recuerdo que me mandó una foto de sus muletas y me contó que cada una tenía nombre, cosa que a mí, nunca se me hubiese ocurrido.

A todo esto, me propone que salgamos a comer para conocernos y conversar, algo así como una retroalimentación con tu alma gemela lo veía yo. Muy ilusionada de hacer un nuevo amigo, le cuento a mi madre. Ella acepta llevarme si quedamos en un lugar público cuando todavía estuviese el sol puesto, porque mamá gallina, siempre.

Llegó el día y nos topamos en una cafetería, la niña ordenó un chocolate caliente y por supuesto, el señor un café negro. Contrario a mis expectativas, no resultó complicado entablar conversación, y desde el inicio todo fluyó con facilidad. El detalle fue, que las cosas no dejaron de fluir. De un momento a otro, no me estaba hablando del irrespeto a los parqueos especiales o lo poco disimulada que es la gente cuando se nos quedan viendo, ¡sino que me estaban cortejando! (Mi abuelita estaría feliz de que use esta palabra y no diga “ligando”. Aquí, enorgulleciendo a la familia.)

Recapitulemos, los pongo en contexto para que entiendan porqué casi me infarto, ¡yo tenía 18 y él estaba en sus treintas! Estudié derecho porque soy mala en mate, ¡pero creo que podría haber sido mi papá! Un papá joven y precoz, pero la posibilidad todavía existe; peores cosas se han visto. Era un hombre hecho y derecho, el cual me había vendido la idea de una amistad con alguien que podía entender las luchas internas de mi diario vivir.

Por supuesto, como mocosa que era, le escribí a mi mamá para que viniera por mí, no tenía idea de cómo manejar la situación. Patearlo parecía una tarea difícil cuando todas mis respuestas terminaba con un “no señor y sí señor”, hasta lo consideré irrespetuoso. Pobre alma. Lo único que quería, era darme a la fuga. Sin embargo, las presas tercer mundistas de este país, no permitieron que mi rescate llegara tan rápido como lo hubiese deseado.

Así que tuve que afrontarlo. Le dije que nos quedáramos con la idea de la amistad y me dijo que su interés no era ese. Entonces le expliqué que el interés que mostraba, no era recíproco, pues consideraba que los dos éramos muy diferentes para lo que buscaba; yo acababa de salir del colegio y él posiblemente, ni lo recordaba.

Seguí desviando la conversación hasta llegar al tema de una amiga que teníamos en común, y le pregunté si no estaba interesado en ella. Así como quien dice, “tirándole la bola a otra”. Me dijo que la amiga le parecía súper fea, no era lo que andaba buscando; y la gente creía que por ser discapacitados teníamos un buen corazón. Para mi suerte, cuando llegamos al punto de explicarme que su última relación había salido mal porque su ex le había dado algún “ramalazo”, mi madre apareció. Por dicha, porque tales declaraciones me tenían más que enamorada -sarcasmo-.

Par de años después, retomamos contacto y nos reímos de lo acontecido. Hoy tenemos una relación “vacilona”, él sigue siendo terrible, pero ya va entendiendo lo que significa el concepto de amistad y cómo funciona. Solamente puedo contar la historia si lo mantengo en anonimato; yo intentando hacer las del karma y me limitan.

Por otro lado, yo me quedé con las ganas de un amigo de verdad, con el que pueda sobrellevar el entorno que todavía no se adapta a nosotros. Así que el buzón de solicitudes de amistad está abierto a toda la población con alguna discapacidad, Chao al resto de mortales.

Maripaz De la Torre

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